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INSHA’ALLAH! (De la democracia negra, de vuestra crisis, de nuestros muertos). V. 2.0.

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Escrito por Antón Fdez. de Rota, Zoopolitik.com
Descargar PDF: en español (v. 2.0) /en galego (v. 1.0).

Voyez noir! Non que tous vos soleils soient tombées —ils sont déjà revenus, un peu plus pâles—, mais Noir est la «couleur» qui tombe éternellement de l’Univers sur votre Terre[1].

François Laruelle, Du noir univers.

Imposible predecir el futuro. Muy fácil contestar a esta pregunta: ¿cómo va a acabar la crisis? Con sangre, masacres, en guerra. ¿Alguien lo duda? Es una cuestión numérica, el número de cuerpos muertos, lo que hará cuadrar las cuentas de la deuda. Al final del recuento, cientos y más cientos de miles. Millones, aunque jamás se sabrá exactamente cuántos.

No auguramos ningún futuro. Tampoco somos catastrofistas. Echamos las cuentas que otros no quieren echar y decimos que el presente es blanco, pero que el futuro será negro. El monstruo extermina cuando ve su imperio amenazado. Algún día lo haremos parar —Insha’Allah.

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Se trata de algo conocido. El declive del poderío económico de los USA, que no militar y simbólico, empezó en los años setenta del siglo veinte. Sólo la implosión de la URSS suavizó la caída a lo largo de los noventa. BRICS es otra manera de poner un nombre al final del sueño estadounidense; la imposibilidad, dicho con Negri y Hardt, de una monarquía global en un mundo tan interconectado y multipolar. PIGS, el insulto, el cerdo, al que se le da muerte abriéndolo en canal, del que se aprovechan todas las partes, es la imagen que mejor caracteriza el engendro del Plan Marshall conocido como la Unión Europea. La criatura llegó a superar a su mecenas postbélico convirtiéndose en la primera zona económica del planeta, pero tuvo que arrodillarse cuando éste se lo exigió en el 2009. Y entonces, ¿qué?

Europa no es inocente. Sonaban los violines de Beethoven cuando fue invitado el “Club Med” a integrar su unión. Los incautos se reblandecían melosos confundiendo el reino del Norte con la pax europaea. Pero en el azul estrellado no resuena himno alguno a la alegría. Es más bien como el cuento de los hermanos Grimm. Hansel y Gretel. Animales rollizos a sacrificar sin ritual mortuorio, cinturones de grasa, periferias a adelgazar; el San Martín que comienza en Atenas y avanza por el Mediterráneo en dirección al Finis Terrae, por la vía del Chipre “encorralado”.

Los caciques locales del Sur llevan a cabo el expolio, al tiempo que suplican no ser apartados del Eje Blanco del Mal. Sus ciudadanos se descubren como lo que siempre han sido virtualmente, desde que el Norte los subsumió en su proyecto: de Europa hacia fuera, imperiales de Clase B; en Europa, la colonia interior: primero engordada para hacer circular los capitales y mercancías norteñas, ahora saqueada. Provinciano el populista, Aznar es el epítome de la élite de paletos de “Madrí”, imitados en cada uno de los “pequeños Madriz” del extrarradio peninsular. Todos ellos sueñan con hablar en el mundo “sin acento”. Del error al horror. Gracias a un video filtrado hemos sido testigos de una perla de la que es capaz el soldadito español en Irak. Como en la parodia de los Nikis, hay a quien le gustaría repetir la sangría de la que fueron capaces sus antepasados hace quinientos años. Pero, por más sin-escrúpulos que envíe el Sur, por más asesinatos y torturas, por más violaciones a las que se entreguen sus militares, jamás podrán competir con los nietos de Hitler y las huestes de Bush y de Obama.

Los enjambres sin tripulación bombardean Somalia en medio de una hambruna. Persiguen sus propios fantasmas. Caen a decenas sus objetivos y los que pasan por ahí cerca. Ocurrió hace dos años, hace un año, está ocurriendo ahora. Abomination u Obama Nation, tú eliges. Difícil ser tan “democrático”, blanco y civilizado, competir en estos parámetros con quien reside en la Casa Blanca. Black is Black y los drones inclementes. Sus blancos también son los negros. Sin engaños: Obama es blanco. Para Merkel yo soy negro, y como tal me trata. Como el poeta que pasó una temporada en el infierno: “de raza inferior por toda la eternidad”. Culturalmente racializado, separado de la razón al menos desde Montesquieu, sacrificable, sacrificado por el Norte continental, el Sur es para él tan negro como Rimbaud para la historia francesa. Todo el Sur es como Grecia: ¡africano! De dos maneras muy distintas, la de Martin Bernal y la de Wall Street. En cualquier caso, Atenea Negra.

Bernal dice: Grecia fue imaginada durante siglos como una parte del área cultural egipcia y semítica; sólo a partir del XVIII se impuso la visión aria de Europa y de su cuna griega, tan funcional a la naciente bipartición continental entre el Norte y el Sur.

Así escindida por casi tres siglos Europa de África y vuelto el Norte la esencia de la europeidad, Grecia sigue siendo negra, a su pesar, como lo fueron los esclavos y lo somos nosotros, por más que las políticas migratorias de éste o aquél país quieran expulsar de su territorio las pigmentaciones que ven más oscuras.

De los neo-nazis hasta la cutre-derecha. Amanecer Dorado, el Partido Popular. Expulsáis al último, queréis entrar así en el reino de los primeros. Soñáis con poder blanquear vuestra piel, ¡paletos!

 

2

¿Cómo esperan salir de la crisis? Provincia Europa, ¿cuál es el plan de tus cacicatos locales?  En otra ocasión argumentamos que el pensamiento económico había sido abandonado, trocado por una mera práctica contable —la de los recortes— que por sí misma no podrá sacarnos de esta situación. Basta con echar un ojo a la página de publicaciones de la FAES. ¿Ideas nuevas? Ninguna. Entonces, ¿cómo esperan salir de la crisis?

Contestemos con otra pregunta: ¿por qué, aquí, en este país, ni siquiera “el follonero” se atreve a plantear el problema más allá de su dimensión europea? Tal vez porque se encontraría con algo demasiado feo. El inicio de las políticas de “austeridad” significó una cosa: EEUU le hacía pagar, solidariamente, los platos rotos a su principal aliado. Fue una declaración de guerra (económica). Así lo vieron numerosos analistas y políticos, que se quejaban del uso que estaban haciendo los USA de su monopolio en el ámbito de las agencias de calificación. Ellas, las agencias, responsables de avalar los productos nocivos creados por la irresponsabilidad bancaria, usaron performativamente su evaluación.

“Un título financiero es un derecho sobre ingresos futuros, para evaluarlo hay que prever lo que el futuro será” —recordaban en  el Manifiesto de los Economistas Aterrados Askenazy, Coutrot, Orléan y Sterdyniak— “afecta al objeto medido, compromete y construye el futuro que la previsión imagina”. El futuro de Moody’s y Goldman Sachs irrumpió en la península helena. Golpeada en el talón de Aquiles, la bruja germana hizo callar los violines para comenzar a devorar a sus retoños cautivos. Necesitaba grasa. Sacrificar el Sur para salvarse el Norte. Y no faltaron los insultos: esos vagos del “Siesta South” quieren quedarse con nuestro dinero. Pero esta crueldad a lo Grimm, o si se prefiere, esta metafórica antropofagia goyesca, no es nada en comparación con la que se da en la otra cara de la misma moneda.

En verdad, la declaración de guerra financiera no se restringió a Europa, sino que abarcó la mayor parte del planeta. Esta es la tesis de Michael Hudson, quien ve una agresión en la estrategia estadounidense de la “flexibilización cuantitativa” o quantitative easing; dicho de otro modo, el planeta inundado por los dólares expelidos por la Reserva Federal. Sembraron el caos recrudeciendo la crisis, distribuyéndola, dispersándola, endeudándose aún más. Se ha querido ver a los chinos haciéndose dueños de la chequera del Tío Sam y por tanto de su país, pero como reza el proverbio: si debes unos miles al banco, tienes un problema; si le debes miles de millones, es el banco quien lo tiene contigo. Los partidarios del libre comercio prohibieron a China la compra de industrias estratégicas estadounidenses, en especial en el sector petrolero, así obligándole a invertir en la compra de las letras de su tesoro deficitario. Lo que vale para China, vale para el resto de los BRICS, que han tenido que responder creando un sistema financiero paralelo, separado parcialmente del dólar. Como consecuencia de ello, paradójicamente, el sueño de la monarquía global está hoy aún más en entredicho.

El fin del unilateralismo tras la caída del mundo dividido en dos.

Esta es la historia de un sueño imposible.

Sangrienta.

La crisis no tiene su origen en el crack del 2008, con el infame Madoff, la quiebra de Lehman Brothers, etcétera. Hay que comprenderla como un episodio de una trama mayor: la del relativo declive del Eje Blanco desde los años setenta. Las poblaciones de muchas de las antiguas colonias, especialmente con gaseoductos o yacimientos petroleros, han tenido que sufrir lo indecible. ¿Quién echará las cuentas del dolor adeudado? La crisis energética, la desindustrialización con deslocalización de los años setenta y ochenta, el proceso de financiarización de la economía, ¿cómo comprender todo esto ajenos a la historia colonial? Yann Moulier Boutang descifró el boom del ladrillo en el ingente flujo de petrodólares que viajaron de Oriente Medio a Occidente, tras los conflictos con la OPEP a comienzos de los setenta.

¿Cómo comprender la crisis sin contabilizar los conflictos bélicos y civiles? Con las dos guerras mundiales, Estados Unidos pudo hacerse con el 80% de las reservas de oro. Con las fábricas boicoteadas por la disidencia interna en los años sesenta, y las nuevas subjetividades atrancando las ruedas de la maquinaria fordista, dados los masivos gastos imperiales —para Estados Unidos, los que van desde la guerra contra Corea en la inmediata posguerra, hasta Vietnam— en el 1971 Nixon tomó una decisión sorprendente. Libre el dinero de la obligación de quedar garantizado en un 25% por el metal precioso, con la financiarización de la vida cotidiana y el cálculo del futuro rigiendo la economía se daba luz verde a la loca carrera de la deuda, multiplicada por un gasto militar que ni siquiera el final de la Guerra Fría hizo que dejase de crecer.

En el plano global, la crisis, esta crisis, no es otra cosa que el más reciente de los avatares de la historia postcolonial, una de las 124 crisis registradas por el FMI desde el 1970. Un episodio, su episodio, el más agresivo si lo medimos en los términos de la economía planetaria, aunque otros provocaron en la isla de Java un desempleo del 40%, y en Madagascar diez mil muertos en una epidemia de malaria, consecuencia directa de suprimir su plan de erradicación de la enfermedad, en los recortes para pagar la deuda. Son sólo dos ejemplos, tomados ambos de los años noventa. El episodio presente, un eslabón más en la cadena. Y acabará con sangre, tal y como empezó en el ocaso del milenio, en el alborear del siglo.

Entonces los economistas del Eje Blanco se felicitaban por haber evitado el contagio conteniendo la crisis de los Tigres Asiáticos en su región, acotándola sin importar cuán grande fuese el sufrimiento local, agudizando la crisis como hacen hoy en el Sur de Europa. Pero tan sólo un par de años después, en 1999, todos los acontecimientos se precipitaron a la estela del crash de la new economy y sus dot-com, y un año después con la crisis del petróleo californiano. Desde entonces el estado de Hollywood y del Silicon Valley se encuentra en virtual bancarrota.

He aquí un elemento en la génesis, significativo, una inflexión dentro de la trama crítica de las últimas cuatro décadas. Al reventar la burbuja tecnológica —comenta Stiglitz en Caída libre— fue reemplazada por la inmobiliaria. Luego vino el 11-S, Afganistán e Irak, dos grandes derrotas que si se quiere se pueden medir por el precio del barril de crudo: 32 dólares antes de avanzar las tropas hacia Bagdad; 137 dólares, cinco años después. A sumar a la cuenta, la insubordinación de quienes en América latina se opusieron a los mecanismos de la deuda blanca, echando al traste el Consenso de Washington.

3

El rey contestado.

Las pesadillas desatadas.

La historia es conocida. Oro negro para el sucio blanco. Samuel Huntington, definición exacta del racismo cultural, se hizo célebre. Las guerras de G.W. Bush, continuadas por Obama, encontraron fructífero el terreno discursivo preparado para justificar la guerra del linaje petrolero, del primer Bush, a la vuelta de la Perestroika. El “socialismo real” se había derrumbado. Muy cerca quedaba Castro, pero desarmado. El Islam se convirtió en los noventa en el gran enemigo. Lo cual, por cierto, no era del todo nuevo. Salvo los especialistas, en los USA nunca tuvieron muy claro qué era el Islam. Todos caían en el mismo saco. Los palestinos, por ejemplo, y Sadam, y Al Qaeda, todos para dentro y bien juntos, aunque Al Qaeda rechazase con vehemencia el gobierno secular de Hussein, y la altamente secularizada política palestina difícilmente pueda considerarse islámica. Como fuese, el “Islam” siempre estuvo ahí, en las pesadillas, como imaginario orientalista, más ficticio que real, más racista que otra cosa, y en el 1973 el desafío de la OPEP hizo que se activasen todas las alarmas.

Ahora bien, si para los Estados Unidos el Islam es el mayor de sus temores, lo es porque significa mucho más. No vive agazapado en las cuevas afganas. El Islam fue el “enemigo interior” reactivado como pesadilla al golpear en las Torres Gemelas, esto es, otra vez en el espacio doméstico. Patología WASP. Habría que decir que su irrupción como amenaza y protagonista de las paranoias blancas data de los años sesenta. Fue el Islam panafricano lo que reivindicó el nacionalismo negro, uniendo con él las historias del imperialismo, la esclavitud y el racismo institucional. “We The People” quiso decir “We The White Men” y no “We the Wo/men”, y por supuesto, de ningún modo “We the Black People”. Tampoco estuvo el crisol de la Nation Under God del todo abierto a la variedad de creencias. Así, en el 1965, la existencia de un nacionalista negro, islámico y marxista resultó intolerable. Por eso hicieron matar en New York a El-Hajj Malik El-Shabazz, también conocido como Malcolm X.

“X”, la incógnita.

Malcolm la había hecho suya porque los “Murphy”, “Jones” o “Smith” no eran más que los apellidos marcados en el cuerpo negro para recordar a sus amos. Historia negra. Al salir de los barcos, se les negaba la voz, se les prohibía la palabra, se les desposeía de sus cuerpos y la capacidad de nombrar, obligándoles a llevar como un estigma el título de propiedad ajena. En los primeros momentos del black power, en el medio de todas las luchas coloniales por la independencia, El-Hajj Malik El-Shabazz encontró en el Islam aquello que le permitía referirse a sí mismo sin hablar el lenguaje del amo.

Al negro que repudia al negrero, si las cosas se ponen feas, hay que matarlo. Más aún si dice hablar por sí mismo y está armado. George Jackson, Fred Hampton, Huey Newton…

Entiéndase bien. El posterior clash of civilizations es realmente, en la feliz expresión de Tariq Ali, un clash of fundamentalisms: derecha contra derecha religioso-estatal. Bush hablaba de Santas Cruzadas. Aznar evocaba la Reconquista. El auge de la derecha islámica es en buena medida el fruto envenenado, financiado y armado por Occidente. Ya se sabe, Bin Laden y los Talibanes. Pero también, por poner otro ejemplo, el renacimiento islámico en Indonesia. Floreció tras haber exterminado Suharto —con apoyo occidental— a varios cientos de miles de independentistas timorenses y disidentes de la oposición de izquierdas y secular. Varios cientos de miles, aunque jamás sabremos cuántos. Tampoco el número de los asesinados como “efecto colateral” de las “políticas anti-crisis” en marcha.

Escenario inevitable para situar la crisis actual, antes de que la guerra se cobrase en Irak alrededor de un millón de almas, Madeleine Albright calculaba que el bloqueo económico había costado la vida de medio millón de niños.

¿Qué agencia de calificación echará las cuentas de todo este dolor?

En la Industria de la Muerte, EEUU y Europa mantienen su Triple A.

Remplazada queda la K K K.

Repetir ahora, otra vez más: “Chávez no era democrático”, “Chávez no era democrático”, “Chávez no era democrático”… hasta el infinito.

Matar negros es lo que mejor saben hacer los que han secuestrado el nombre de la democracia.

4

El-Hajj Malik El-Shabazz.

La incógnita.

Como Malcolm, hay que reinventar el idioma y darse nombres nuevos.

Hay que darse la democracia y aprender a hablar de ella sin utilizar el lenguaje blanco de los asesinos. ¿Democracia y punto? No. Más bien, punto y aparte, y ahora democracia.

Nosotros hemos aprendido a pronunciar las palabras verdaderas: la democracia es negra. Ya lo hemos dicho en otra lugar, de otro modo. La democracia en su versión moderna no es una forma de estado. Como forma estatal fue por igual descartada y condenada por Montesquieu, Rousseau, Jefferson, Madison y Kant. Cuando se llegó a algo tan quimérico como la “democracia representativa” se unieron en una misma fórmula lo que para todos aquellos pensadores eran términos opuestos: o había democracia o había representación —aseguraban— y la representación era precisamente lo que debía ensamblarse institucionalmente para evitar que se diese la democracia.

Los caciques locales, confundiéndolo todo, dicen democracia pero quieren decir representación. De ahí que sea fácil explicar porque cuando ven el rostro democrático intentan aplastarlo. Sobre todo en esta bancarrota de la representación en la que, por la contra, la democracia se muestra en todo su esplendor, en la figura de las y los indignados.

Para hablar el lenguaje negro de la democracia hay que negar que exista cosa tal como la “democracia representativa”. Decir que la representación es una cosa, la democracia otra, que lo que diferencia la versión moderna de la antigua es algo tan importante como sencillo. Vuelta a ser descartada en el siglo XVIII como forma del poder constituido, la democracia se convirtió, por primera vez en la historia, en una modalidad del poder constituyente. ¿Dónde y cuándo por primera vez? En Haití, en el 1791. También con los sans culottes y con las primeras mujeres que cuestionaron la Declaración Universal escrita por y para los hombres. Hay que denunciar la historia blanca de la democracia, por ser una farsa y una tragedia. Ninguna línea recta va de la polis ateniense a la revolución francesa. La historia de la democracia moderna es negra. Desde hace doscientos años, democracia quiere decir que lo impolítico puede reclamar en nombre de un demos inconstituido su politicidad. He aquí la diferencia con la democracia griega. Democracia es, pues, la capacidad que tiene lo negro de convertirse en demos. Así, aunque en un sentido distinto al de Lefort, la democracia se da en un espacio vacío de fundamento.

Sí, la democracia es lo contrario del fundamentalismo. Fundamentalista —por cuanto cierra el demos, como Santiago Matamoros cerraba Hispania— es el Artículo 2 de la Constitución de este Reino, impuesto por los militares.

Insistimos: la negritud política no es sino que deviene. ¿De dónde? Con y contra François Laruelle sostenemos que al comienzo sí que está lo negro, y que luego “cae” eternamente, políticamente, del Universo a cada Tierra.

Siendo que lo primero que ha de constituir el poder constituyente es a sí mismo en tanto que potencia, siendo que, como la potencia inoperante aristotélica, toda potencia subjetiva pasa siempre al acto sin agotar sus posibilidades, la negritud nunca está dada de antemano ni resuelta en su actualización. En este punto nos apartamos del viejo nacionalismo negro, con el que compartimos, no obstante, una de sus respuestas.

¿Qué es un negro?

El-Hajj Malik El-Shabazz, por cuyas venas corría la remota sangre de un esclavista, de un blanco que como tantos otros había violado a su esclava, responde: lo negro es todo lo no-blanco.

En la Inglaterra de los años setenta el “poder negro” hacía mención al movimiento político dentro del cual se reconocían por igual los afro-caribeños y los asiáticos: todos negros, con independencia del color de la piel, sitos en los márgenes, sino apartados fuera de la britanidad. Ya lo advirtió Paul Gilroy, There Ain’t no Black in the Union Jack. Negro, lo no-blanco, pero constitutivo de una nueva Atlántida, todo un continente marítimo —The Black Atlantic— y mucho más, hasta llegar su “Tierra” a la India.

Sería interesante pensar la respuesta de Malcolm, o de Fanon, combinándola con nuestra definición democrática de lo negro como poder constituyente. Sazonarlo también con unas pizcas de Laruelle. Debemos contentarnos con dejar anotada la idea. Todo un reto que traducimos desde la reflexión del anti-filósofo a propósito del color: “apprendre à penser à partir de Noir comme ce qui détermine en dernière instance les couleurs plutôt que comme ce qui les limite” (aprender a pensar desde el punto de vista de lo negro como aquello que en última instancia determina el color en lugar de limitarlo). La potencia y no la forma, sin duda; negro constituyente, en lugar de ser pensado como lo constituido en tanto que reverso del blanco, como si fuese una segunda raza, como en Beauvoir el segundo sexo. No, el poder constituyente es negro.

Cualquiera sea el caso, ser negro no remite a una mera cuestión biológica.

Cualquiera sea el caso, es cierto que lo negro es la parte perjudicada en una  relación racista: vuestra crisis, nuestros muertos.

Ahora que en la perspectiva del poder y la democracia nos sabemos negros, comprendemos que esta crisis es blanca. De ahí que reivindiquemos la Europa del Sur para desbaratar el racismo norteño y constituir, desde todas las negritudes, una Europa que no se preste al exterminio de los no-blancos.

Podemos contestar ahora a nuestro interrogante, constatando los hechos. Racismo avivado por intereses económicos: para salir de la crisis no ha sido el ingenio, el saber, el espíritu emprendedor, la eficiencia en el trabajo y la creatividad lo que han puesto en valor las pretenciosamente autodeclaradas knowledge societies occidentales, sino la brutalidad de las armas: asegurar los suministros a bajo precio, advertir a los emergentes que no se pasen de la raya. Iraq, Afganistán y mucho más. En estos últimos años ha habido varios golpes de estado respaldados por el Eje Blanco del Mal. No lo olvidemos. En Ecuador y en Venezuela, por ejemplo.

Para salir de la crisis matarán tantos negros como sea necesario.

5

Una vez más: la crisis no comenzó en el 2008. Midámosla por sus efectos. ¿Qué es la crisis? El mayor genocidio desde los tiempos de Hitler ha sido ya consumado y sigue su curso. Un “Holocausto” con víctimas mayoritariamente musulmanas. En una docena de años, ¿cuántos? Un millón y medio. Quizás estemos ya más cerca de los dos millones. Ahora esta masacre comienza a cobrarse las vidas de los ennegrecidos sureuropeos, que se suicidan al ser desahuciados. Un gran exterminio. Y todo en nombre de la “democracia” blanca.

La Sexta jamás lo dirá así.

La televisión de los “progres” no hablará de la crisis en su dimensión global, a no ser que les obliguemos, pues está demasiado comprometida en este gran blanqueo. No dudan, por ejemplo, en descalificar el chavismo tachando como inmorales los acuerdos o alianzas económicas que tejen con otros países enfrentados al Eje Blanco. No importa que los observadores de la ONU hayan calificado sus procesos electorales como los más transparentes del continente y técnicamente los más avanzados. Su representación jamás será del todo legítima. Tanto tiene que, aupado por los movimientos, el partido haya utilizado el petróleo para combatir la pobreza extrema y reforzar la educación y la sanidad pública. Ante todo serán populistas. No perdonarán a Venezuela haberse substraído de los lazos que los ataban a la deuda blanca, buscando auxilio —como tantos otros países latinoamericanos y africanos— en el talonario BRIC de los chinos. Tampoco sacarán las conclusiones obvias de este hecho.

Quimérico, sangriento sueño del que se despierta quien se creía monarca global.

Ni somos chavistas ni hace falta serlo para escribir cosas como estas. Sí que es necesario salir del mundo mental blanco para preguntarse por qué la crisis es descontextualizada, extraída de su dimensión planetaria.

¿Por qué no se echan las cuentas?

¿Quién romperá con el Eje Blanco del Mal y dará nombre a los muertos?

Sabemos que la revolución no será televisada.

Los grandes media odian a los “negros”.

Unas palabras duras para terminar sin nostalgia: lo que toca ahora es poner fin al proyecto blanco de la Unión Europea. Levantarse nosotros sus negros. Instituir el Sur para reconstruir una Europa arruinada por la división latitudinal (y, entre su vertiente “Occidental” y “del Este”, también longitudinal).

No somos anti-Europa. Esta Europa es anti-nosotros.

Un desafío y una provocación para quienes, repitiendo la cantinela de la “Europa de los Pueblos” o de la “Europa de los Movimientos”, siguen soñando con los violines de Beethoven. Haced de Europa lo que nunca ha sido: un proyecto opuesto a la lógica imperial. Una Europa decolonial, condición sine qua non para la Europa democrática que anhelamos.

De todos los colores, pero nunca más blanca.

Europa Negra.

O global, o la democracia no será, y será, y se levantarán los indignados y las indignadas, y caerá tu ira —¡oh, democracia!— sobre quien mancilla tu nombre negro.

Insha’Allah!

 


[1] ¡Ver negro! No es que todos tus soles hayan caído —pues reaparecen entonces, solo un poco más tenues— es que el Negro es el “color” que cae eternamente del Universo en tu Tierra.


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